martes, 21 de julio de 2015

CAMANÁ ACTIVA: CAMANEJOS QUE UNEN A MÁS CAMANEJOS



CAMANÁ ACTIVA: UNIR A LOS CAMANEJOS DEL MUNDO ES UN PROPÓSITO EN MARCHA.

El blog Camaná Activa y nuestro posicionamiento en la página de Facebook
como: CAMANÁ ACTIVA surge con el propósito de brindar información a todos los camanejos residentes del mundo y presentar imágenes y vínculos que son referentes a nuestra querida tierra. En este fiel propósito Camaná Activa surge el 16 de marzo del 2011 bajo la iniciativa del Psicólogo y escritor Juan Carlos Gamarra Salazar, para años despúes - 6 de noviembre del 2014 - incorporar profesionales, interesados y colaboradores que hacen posible que Camaná Activa siga creciendo. Los integrantes y administradores de Camaná Activa son:

Juan Carlos Gamarra Salazar
Julio Gamarra Salazar
María Victoria Rodriguez Machado
Gina Rossana Gutierrez Chavez
Carlos Febres y Luis Arrayán ( Fotografías del recuerdo)
David Gutierrez Olivares y Enrique Reyes (Fotografía y video)
Editor invitado: Fernando Lllamosas Bellido

Nuestra portada muestra uno de los mejores carros alegóricos del corso 2010 presentando a una de nuestras bellezas camanejas con el astro rey de fondo y un camarón gigantesco símbolo ineludible de  nuestra querida Camaná.

El nombre de Camaná Activa se basa en la intención de una ciudad dinámica, de integración constante, de actividad siempre presente en beneficio de la tierra que nos vio nacer, crecer o nos albergó por muchos años.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Los camanejos de la guardia dorada del Inca



Publicado en el libro Camaná, leyenda y realidad
Juan Carlos Gamarra Salazar
APORTE PERÚ EDICIONES
Camaná 2007 Derechos reservados de autor


Camaná floreció bajo las huestes del gobierno Inca, durante cuatro centurias sus jefes nativos desde las alturas de Rimacpata, acorazado de murallas y caminos secretos, recorrían las quebradas de Uraca, Pachana y Chuquibamba. Su estratégica interconexión con Attequepay, Nanasca, Rucanas, Quellca, Huamanica y la capital Qosco la convirtieron en un centro importante de intercambio social y cultural. Aquí se reunían todos los gobernantes y los curacas de las poblaciones del sur a realizar trueques y a danzar, a bailar y a celebrar el inicio del verano, el término de la cosecha y la protección de sus crustáceos.

Los chasquis del sur tenían su base de adiestramiento en el cerro Tupay Ripa, contiguo al cerro Rimacpata, en la vertiente oriental del río Camata. Allí eran adiestrados y preparados físicamente. Los hombres mejor alimentados y de mayores condiciones atléticas  subían y bajaban los cerros casi cuatro horas continuas durante todos los días, desarrollando así una potencia y resistencia envidiable.

 Los días del sol trotaban por la playa y las noches de luna atravesaban descalzos el río para fortalecer las plantas de los pies al pisar duras y grandes piedras. Los chasquis camanejos eran conocidos por el Inca debido a su gran resistencia física y fortaleza aeróbica. Llevaban y traían en su chuspa los legados y mensajes del Inca, siendo éstos también expertos cazadores, buenísimos pescadores y aunque su naturaleza era pacífica, también se desempeñaban como perfectos guerreros.

La vida sana, el excelente clima y el entrenamiento físico les permitía   vivir  muchos  años.   Algunos  los   conocían  como  “los Hijos de la Gran Estrella Blanca”, otros como “los  Delfines con alas de Águila”, otros simplemente como “los Chasquis del Sur”.

El Imperio del Tahuantisuyo era extenso, los dominios del Inca habían alcanzado hasta el río Maule en Chile y hasta el Nudo de Pasto, en Colombia, se encontraba en el siglo XVI en la cuna de su poder y desarrollo, pero aún en la entronización de la más excelsa nobleza los sentimientos de odio, egoísmo y codicia no están ausentes.

El Perú se sostenía bajo el presagio insospechado de una nueva raza, de rasgos extraños, piel pálida y bellos en la cara, los codiciosos tomarían el país entre sus manos repartiéndolo cual propiedad anhelada a cualquier costo. Muerte, explotación, latrocinio, no importaba qué, a cambio del preciado oro.

Atahualpa y Huascar luchaban por el poder en una gran batalla fraticida. Atahualpa atrincherado en Quito, avanzaba por las montañas rumbo al Cuzco al mando de sus comisionados, los generales Callcochima y Quizquiz. El Inca Huascar, por su parte, asume en persona el comando de defensa en la extensa llanura de Anta. Los aliados de Huascar resistían el asedio de las tropas atahualpistas. Cruentas luchas cuerpo a cuerpo, duraban noches y días, sin embargo Huascar estaba siendo relegado peligrosamente hacia la ceja de montaña.

Un emisario oportuno llevó la orden del Inca solicitando hombres fuertes de firme andar y de resistencia severa.  En el sur del imperio, en el área de los aliados de Huascar, fueron escogidos dos hombres de Rucanas y cuatro de Camata. Los pederneros pasaron a formar parte inmediatamente de las huestes imperiales, ocupando la posición directa junto al soberano como la guardia Dorada del Inca.

Ellos transportaban en andas reales al Inca, quien dirigía el combate desde su posición privilegiada. Los parciales de Huascar defendían su territorio con tesón, con entereza, con entrega y sudor, mientras que la sangre de la lucha se mezclaba dolida entre la tierra húmeda, que lloraba  inconsolable la desmembración de sus tozudos habitantes.

Culminada la segunda sangrienta batalla en la planicie de Anta, las tropas leales a Huascar reposaban a la luz de la luna, su primera victoria de resistencia a los rebeldes. La ligereza y fortaleza de sus portadores sorprende al Inca, quien en la tranquilidad de la sentencia interroga curioso:

0       ¿Son Uds. los que vienen de la costa?
0       Si mi sr.  responde Huayna Runa Del valle de Camata
0       Conocía de vosotros, de vuestra fortaleza y lealtad, pero al tenerlos al frente mío, he comprobado su integridad y me siento orgulloso de ello
0       “Es nuestro deber estar a vuestro servicio, mi señor.”
El Inca al ver una extraña imagen blanca bordada en el pecho del atuendo de su atento vasallo, intrigado le vuelve a interrogar:
0       Y ese símbolo que lleváis en el pecho, ¿qué significa?
0       Es una estrella, mi señor.
Huáscar acercando los ojos hacia su pecho cuestiona una vez más.
0       ¿Una gran estrella blanca?
0         Sí, mi señor. Allá en Rimacpata, nuestro cerro vigía, brilla todas las noches una gran estrella. Nuestro abuelo, desde niños nos hablaba de ella, nos decía que era una bella princesa nacida en éste valle, que vivió enamorada del río y el mar y que envolvió su alma en esa estrella, para observar todas las noches a su amado mientras duerme.

- ¿Y por qué tiene ocho puntas?
* Cada punta representa los Kipuypacha (cada distrito que luego nacería en el valle el siglo XX)
- El número ocho son los ocho principales elementos de nuestro valle:

-Mar                  - Cielo
-Roca                - Flora
-Arena               - Fauna
-Sol                   - Río

- El ocho también representa las ocho virtudes esenciales de nuestro pueblo:

- Nobleza           - Sinceridad
- Lealtad            - Fortaleza
- Ingenio -           Honradez
- Amistad           - Laboriosidad



Los camanejos la llevamos en el pecho como símbolo de identidad con nuestros antepasados. De Huamalloc, Urpi Huatanay y Naroc Ccama. Ellos defendieron y labraron nuestro suelo, heredándonos hoy un legado moral y soberano como el Dios sol y nuestro padre el Inca.

Huáscar, atónito escucha el relato de Huayna Runa, ve como sus ojos se dilatan, su mirada se enciende y su rostro se envuelve de místico encanto al hablar de su tierra, de su arcano valle. El descanso aún es prematuro, voces y gritos desencajados, devuelven abruptamente a Huascar a la escena de los hechos. Un grupo de rebeldes desciende enardecido por las montañas, queda poco tiempo para actuar.

En este caso cuando todas las probabilidades están en contra,  la   madre universal   de  las estrategias  demanda   huir, después tal vez se puede pensar, pero ahora lo prioritario era para ellos la reserva de la vida.

Los soldados camanejos levantan raudamente la lítera del Inca, apenas cuatro pueden emprender veloz carrera, los Rucanos son alcanzados por los garrotes de los invasores, mientras que doce guerreros rebeldes avanzan veloces al alcance del Inca, sus piernas hacían el máximo esfuerzo, la captura, entendían, sería simple, ellos lucían ligeros, desprovistos de peso y corazas, los perseguidos en cambio avanzaban con sus corazas puestas y sobre ellos el soberbio peso del Inca, sin embargo al avanzar metro tras metro, la  distancia de la litera se hacía mayor, sus respiros yacían agitados y el cerebro enredado por la ilógica secuencial, que ocurría frente a sí.

Al borde de la montaña sus expectativas aumentaron, allí los cargadores  de   seguro   se  cansarían   y  dejarían   botado  de   por medio al Inca, pero aquellos mordaces fugitivos no subían, mas
bien parecían bajar el cerro por la impresionante velocidad que imprimían sus piernas. Ya situados en el borde del inicio, en la espesura de la noche, sólo pudieron apreciar figuras diminutas que se perdían como puntos negros, sumados al tono del color de la noche misma

Los seguidores al borde del desmayo y con una taquicardia tan extrema que parecía demolerles el pecho, no tuvieron sino que resignarse ante la inusual y vertiginosa huida, nunca antes vista por ellos.
después tal vez se puede pensar, pero ahora lo prioritario era para ellos la reserva de la vida.

Los soldados camanejos levantan raudamente la lítera del Inca, apenas cuatro pueden emprender veloz carrera, los Rucanos son alcanzados por los garrotes de los invasores, mientras que doce guerreros rebeldes avanzan veloces al alcance del Inca, sus piernas hacían el máximo esfuerzo, la captura, entendían, sería simple, ellos lucían ligeros, desprovistos de peso y corazas, los perseguidos en cambio avanzaban con sus corazas puestas y sobre ellos el soberbio peso del Inca, sin embargo al avanzar metro tras metro, la  distancia de la litera se hacía mayor, sus respiros yacían agitados y el cerebro enredado por la ilógica secuencial, que ocurría frente a sí.

 El Inca se salvó de morir, él había visto las aves volar, los lagartos correr, las vizcachas saltar, pero nunca se sintió como hoy una pluma veloz que sin cuerpo de ave, cola de lagarto o patas de vizcacha, había corrido, volado y saltado tan vertiginosamente que cuando recuperó el aliento y el respiro no pasaron más de 10 minutos para darse cuenta que ya se encontraba en la cima de un imponente y gigantesco cerro.

Luego de  haber recibido una impresión tan fuerte en su masa cerebral y haber experimentado tanta ligereza en sus glúteos, observando absorto hacia la planicie, sólo atinó a reír con una carcajada tan, pero tan intensa, que sus audaces cargadores no podían evitar su propagación, ellos batiendo las mandíbulas a ritmo lento terminaron coincidiendo con su jefe  la secuencia más estrepitosa que ocurrencia alguna haya motivado.


- Ustedes corrían y ... ja, ja, ja, ja,.....
- Los otros los perseguían y ja, ja , ja, ja, ja,
- Se enredaban con su lengua y ..... ja, ja, ja, ja, ja, ..
- Los veían chiquitos y ja.. ja...ja..ja..

Las prolongadas risas fueron el anticipo de una pronta despedida, era la última gran alegría, la última gran risa los poderosos camanejos habían burlado de la manera más sagaz al enemigo y la hilaridad sellaba el éxito de una gran batalla que recién en ese punto se iniciaba.

            Después de ésta gesta, los cargadores reales y a su vez Guardia Dorada del jefe imperial. Huayna Runa, Kusi Anculli, Ciro Casani y Ninu Tamucay, se habían convertido en los hombres de confianza del soberano, en ellos descansaba el peso de su confianza, la estrategia de su poder.
Huáscar había controlado y vencido a los rebeldes en sendas ocasiones pero los atahualpistas eran numerosos y sus estrategias de combate y avance sobre el Cuzco era inminente a pesar del repliegue inicial de las tropas de Callcochina y Quizquiz, estos lograron a avanzar hasta tan solo legua y media de la gran sede imperial.
           
Los guerreros quiteños avanzan hasta Quepaypa, donde Huascar nuevamente ofrece una tenaz resistencia, fueron cruentas horas de lucha sucumbiendo uno a uno. Era la batalla final, el último tramo del recorrido para tomar Cuzco. El ejército de Huáscar lucía diezmado algunos hombres permanecían ofreciendo resistencia, pero la superioridad numérica de los hombres de Callcochima hacía prever lo inevitable.


Quedaban catorce solidarios en pie, pero al ver el arrastre de las tropas rebeldes estos huyeron despavoridamente. Al final parecía un ejército de hormiguitas enrumbándose hacia la captura de un gran trozo de comida, de un gran insecto. El Inca era rodeado por cuatro escuderos, sólo cuatro quedaban después de tener un contingente de más de 2 mil hombres, los invasores calcularon nuevamente mal, quisieron tomar al Inca como quien al pasar por un jardín arranca una tierna flor, pero se equivocaron, los guerreros camanejos no se amilanaron, sus cuerpos se movían a una velocidad vertiginosa en torno a su protegido.

            Los desconcertados atacantes solo veían el destellante desplazamiento de agudas estrellas blancas que aparecían de cuando en vez en su ángulo de visión erguida en el pecho de los fieros combatientes, la integridad para la lucha y la ferocidad de sus desplazamientos hicieron  retirar en  segundos a  más  de  500 hombres, cual ratón espanta a un inmenso elefante con tan sólo el chasquido de sus patas postreras.

Recuperados del espanto y la sorpresa, los rebeldes arremeten contra éstos solidarios valientes, quienes después de consumar en muerte a más de 100 hombres, sucumbieron en manos del enemigo luego de una gesta heroica incomparable. Con arrojo e integridad, los camanejos no se rindieron e inmolaron sus vidas en defensa de su líder.

Después de dos horas de esforzado arremetimiento, Huáscar es tomado prisionero, siendo espectador en primera línea del testimonio de valentía y lealtad dejado en la tierra con la sangre de éstos humildes y a su vez valerosos hijos del sol.

Atahualpa, después de invadir Cuzco y de asumir el total control del Tahuantisuyo, fué ejecutado posteriormente en la ciudad de Cajamarca por los españoles, quienes al mando de Francisco Pizarro y Diego de Almagro, pusieron fin al prodigioso Imperio de los Incas con su régimen de dominio, explotación y depredación humana. Hoy nos queda en el recuerdo de éste gran Imperio la entrega y valerosidad de éstos cuatro soldados que mostraron lo noble y soberano de los hijos de ésta tierra bendita del Perú, llamada Camaná, cuna de inspiración inigualable, suelo de valientes, de nobles  e incomparables  guerreros.

Evolución urbana de Camaná

          EVOLUCIÓN URBANA
El proceso urbano de Camaná desde las primeras décadas del siglo xx ha estado fuertemente condicionada y dirigida por el sistema vial de comunicaciones de carácter local o regional, especialmente desde la consolidación de la carretera panamericana a partir de la década del 20 del siglo pasado, siendo esta vía la que en las últimas décadas han determinado la expansión urbana y la consolidación de gran parte de los sectores de la ciudad.
Camaná en 1900
En este periodo Camaná se constituye en un pequeño poblado enclavado en medio de una gran área agrícola, constituido por algunas cuantas manzanas alrededor de su plaza principal.
Su articulación con el resto de los poblados rurales del valle (accesos locales), se da mediante los caminos sinuosos de los límites de propiedad o servidumbres de los canales de agua, siendo los más importantes en este periodo el que conducían a la Dehesa que comunicaba al antiguo puerto y el que conducía a  Uchumayo, El Cardo y San José.
El principal acceso regional se hace desde el lado Este a través del poblado de la Boya, permitiendo su articulación con Arequipa y otras localidades de importancia.
Estas condiciones configuran una estructura urbana con una tendencia radial, es decir un centro que distribuye y se integra en varias direcciones en su alrededor.


Camaná en 1950
Para ésta época Camaná experimenta una importante expansión de sus límites
 coloniales, duplicando prácticamente su área urbana, la cual se vincula estrechamente
a la presencia de la carretera panamericana como via interregional y nacional.
Se mantiene el camino rural que comunica la ciudad con Uchumayo, San José y El Cardo, como acceso de carácter local, incorporándose con este carácter el camino que conduce a la Boya y que constituyó en antaño la vía regional. En cambio, el camino rural que comunicaba con La Dehesa, se integra a la nueva carretera Panamericana.

La ciudad transforma su incipiente estructura “radial” en función de la nueva articulación interregional, configurando una nueva lógica con carácter de una ciudad lineal.
Camaná en 1970
Para  estos años Camaná sigue experimentando expansión urbana predominantemente en la dirección Norte – Sur, coincidiendo con la consolidación de la carretera panamericana como eje de integración interregional, que se manifiesta con el traslado de esta importante vía, de la calle 28 de julio a la Av. Mariscal Castilla. 
Esta consolidación longitudinal de la ciudad permite integrar al norte la localidad inmediata al hospital, al ámbito urbano, así como prolongar la expansión urbana de carácter  lineal en torno a la Av. José  Granda ,hacia el Sur. Asimismo esto permite las primeras apariciones de “Pueblos Jóvenes” en torno a pequeños pueblos rurales próximos a la carretera Panamericana: El Carmen, Huarangal, San Jacinto.Se mantienen los caminos rurales que se conectan hacia los poblados de La Boya y la Pampa, hacia el Este; también los que se comunican con Uchumayo, San José, hacia el Oeste y El Cardo, hacia el Norte.
Camaná en el 2003
Camaná en los últimos 20 años ha experimentado una gran expansión urbana producto del crecimiento poblacional vegetativo y migracional, siendo este último el factor más importante, dando lugar a la aparición
paulatina de varios asentamientos precarios e informales, sobre todo en la zona de laderas hacia el Norte. Esto, sumado a la consolidación del asentamiento de Camaná como la centralidad principal de todo el ámbito (por la concentración del comercio y los servicios de diverso tipo), ha originado el paulatino cambio de rol de La Panamericana como vía principal urbana, perdiendo su condición de interregional por la consolidación en los últimos 10 años, de una vía de evitamiento que circunda parcialmente el valle en el lado Este, conectándose en ambos extremos con la Panamericana. De otra parte, a esta vía principal urbana, definida por las avenidas M. Castilla y Lima, se han sumado la aparición y consolidación de vías paralelas como el jirón Camaná y la calle Moquegua, así como también de vías transversales (sobre la base de los antiguos caminos rurales) hacia La Boya y la Pampa al Este y hacia Uchumayo y San José al Oeste.Todo esto está configurando, en particular, una nueva estructura urbana en Camaná a manera de “Retícula Ortogonal” tipo malla, dejando atrás su tendencia longitudinal. En General, la estructura se constituye un pequeño sistema urbano conformado por sectores, integrados por el sistema vial y la economía agropecuaria



Fuente: B.F. Oré M, Plan Director de Camaná.
Informe Secigra, Facultad de Arquitectura y Urbanismo - UNSA, 1978


Tsunami Camaná 2001, cuento "Agua en el cielo"

                                                   AGUA EN EL CIELO---------------------






PRESENTACIÓN


Un movimiento telúrico, un temblor o un terremoto es imprevisible, pero sabiendo cómo enfrentarlo, podríamos evitar perjuicios ulteriores.

Un Tsunami es detectable y previsible. Permanecer cerca al mar después de un terremoto representa un peligro latente. “Agua en el Cielo” es una narrativa basada en testimonios reales  del terremoto y Tsunami sucedido en la ciudad de Camaná, Arequipa, Perú el 23 de Junio del 2001.

Esta pequeña obra pretende llegar a la conciencia de la ciudad de Camaná, del Perú y del mundo entero, acerca de la necesidad e importancia que tiene el estado de alerta e información oportuna de estos fortuitos fenómenos de la naturaleza y evitar así innecesarias pérdidas de vidas humanas. En Camaná fallecieron 60 personas y desaparecieron un número similar de habitantes, ellos creyéndose salvos permanecieron en las proximidades del mar, siendo 20 minutos después sepultados por toneladas de arena y agua.

La naturaleza es inmensa y prodigiosa es su bondad, pero ruda e implacable en el castigo; la naturaleza nos merece respeto, pero antes que nada nos exige preparación para la prevención y defensa oportuna de nuestras vidas.


                                                                       EL AUTOR



Publicado en el libro Camaná Leyenda y realidad
Juan Carlos Gamarra Salazar
 Aporte Perú ediciones 2007
Derechos reservados de Autor







AGUA EN EL CIELO



Los años habían transcurrido largamente, el anciano, invadido por la soledad, luchaba día a día por sobrevivir. Su casa, una modesta construcción rústica rodeada de esteras, carrizos y palos, guardaba entre sus débiles paredes, los recuerdos de su vida consumada a través de los tiempos. Frente a él espinas, frío, viento y soledad acusaban el único espacio que tenía como ruta para llegar hasta su morada, mas hay quien le recordaba la majestuosidad de la naturaleza ¡eh, ahí el inmenso mar!, aquel que se mecía en sus olas al alba y al anochecer, algunas veces como  un león rugiente, como un ritmo salvaje y otras como una armonía de arrullo infantil que permitíale conciliar el sueño noche a noche.

Sofía, su compañera de toda la vida, había partido al “más allá” años atrás, en tanto él anhelaba tenerla cerca de alguna manera... de alguna forma ....Ni el alcohol, ni el refugio, ni los ruegos habían surtido efecto para el olvido. La  nostalgia era una realidad verdadera y él no podía dejarse doblegar por ella. Vicente Amésquita Flores, veterano constructor de viviendas, pescador, peón agrícola, vendedor ambulante y peluquero se aprestaba nuevamente a realizar su faena dominical. El optó por conservar el último de sus oficios y en una carreta hecha a fuerza de deseo, pudo en medio de retazos de madera, las tijeras del abuelo, un viejo espejo y algunos artículos complementarios, erigir su peluquería ambulante en la feria dominical.

El viejo, del caminar pausado y sonrisa ingenua, esperaba anhelante en la estratégica esquina de los Pinto, justo debajo de un frondoso árbol, que los marchantes de cabello excedido, se acerquen a él.  Con dedicada paciencia y destreza extrema, Vicente iba dándole forma “ideal” a la superficie y contorno superior de la cabeza de sus consuetudinarios clientes. Al término de la jornada, Vicente recogía sus adminículos y retornaba por el largo trecho de camino hasta su humilde casa. De esta manera, Vicente asumía sobre sus espaldas el avance del tiempo y de las horas sin imaginar jamás que todo de pronto se detendría tan rápido como quien aprieta un interruptor para encender la luz y luego inmediatamente la apaga.

El almanaque marcaba sábado 23 de Junio del año 2001. Eran aproximadamente las 3 y 25 de la tarde, momento exacto en que la naturaleza, prodigiosa en su bondad e implacable en el castigo, hizo su primera manifestación. Al principio un movimiento elegante parecía desplazar la tierra de izquierda a derecha, enseguida la vibración subió en intensidad. Una vorágine de movimientos alternados, ondulantes y apocalípticos hacían presagiar lo peor. Vicente, aterrorizado por el violento sismo, salió despavorido buscando refugio, pero la tierra no paraba de moverse.

 Nubes de polvo, ladridos desencajados, gritos lejanos e incertidumbre tenebrosa rodeaban su ya inestable sensación de fragilidad. El movimiento telúrico continuó en segundos que parecían interminables, la tierra se había convertido de pronto en un ligero papel que se podía mover con la facilidad del soplo de un niño, pero no hay tal agresión, ni voracidad que pueda ser mantenida eternamente y así como una fiera que después de atacar y comer va  conciliando el sueño lentamente, así la tierra fué apagando sus inquietudes poco a poco, deteniendo su euforia hasta estabilizar nuevamente su posición inmóvil bajo los pies de sus asustados habitantes.

Vicente corrió hasta el centro de la pequeña plaza, allí se reunió con Olga a quien acompañaba su hija Mercedes y sus dos nietos Frand y Hellen, ellos habitantes de “El Chorro”, eran los vecinos más cercanos del demacrado anciano con quienes compartió sus más crudos momentos del horror y desesperación. Pero, felizmente la calma llegó, la tierra dejó de moverse y los corazones nivelaron también poco a poco su ritmo cardiaco en señal de recuperación progresiva ante tremendo susto. Ahora sus espaldas daban al mar, sus recuperados cuerpos se posaban sobre los batientes de la central glorieta de cemento y estera.

Vicente y Olga comentaban lo ocurrido, Mercedes aún lloraba, los niños Frand y Hellen desorientados por lo ocurrido permanecían inmóviles alrededor de su madre. Transcurrieron 25 minutos exactos, siendo Hellen la única posicionada de cara al mar, testigo inicial de tan voluptuoso espectáculo. La niña conminó a su madre sorpresivamente:

-         Mamá, mira ¿Qué es eso?

Mercedes al voltear simultáneamente con su madre Olga y el viejo Vicente, no podían creer lo que ante sus ojos se configuraba. Una enorme ola había escalado en su cresta hasta el pico más alto, entre unos 25 a 30 metros de altura, la inmensa ola se confundía con una gran nube negra que rayaba toda la costa playera.

-         ¡ Mamá, mira, AGUA EN EL CIELO!, exclamó Frand.

La montaña de agua era inmensa, intimidadora; la monstruosidad de su boca amenazante, semejaba a la de un coloso dispuesto a tragarse lo que tuviere en frente de sí. El presunto impacto de tan gigantesca amenaza, no dejaba tiempo ni siquiera para asimilarlo. Mercedes tomó de las manos a sus pequeños hijos y conminó a su madre y a Vicente a correr. Vicente, entre la angustia y la desesperación optó por ingresar a su vivienda a sacar una frazada, los demás huían del acecho del mar, pero ni el apremio, ni el esfuerzo que hacían por ponerse a buen recaudo eran suficientes. Los escasos pobladores se encontraban atrapados entre la línea vertical de la carretera, la chacra fecunda y pantanosa y el mar que los secundaba.

 No había una salida clara por donde huir y la confusión desordenó las ideas de los asustados vecinos, tanto que el mar que se aproximaba a una velocidad espantosa, mugiendo cual toro embravecido tomó en sus astas hidrolíticas, primero a Vicente, luego a Olga y enseguida a Mercedes y a sus niños. Una primera gran ola envolvió a los cinco, mientras una segunda ola convexa y fulminante, terminó por arrastrarlos violentamente.

Vicente trataba de emerger hacia la superficie, intentaba gritar, llorar,  pedir auxilio, pero el volumen de agua que pesaba sobre sus espaldas, impedían todo intento de pedir  socorro, mas su boca y sus pulmones se llenaban de sal, mientras sentía que su vida se enganchaba a las alas de una gaviota que lo llevaba lentamente hacia la búsqueda de un paraje desconocido. Olga yacía sumergida en medio de la marea azul que invadía la arena y el verde valle. Frand y Hellen, angelitos de Dios, no pudieron soportar ni el primer embate de las enormes olas y fueron arrancados del regazo de su madre para desaparecer súbitamente en medio del océano.

 Ernesto, esposo de Olga, quien se encontraba en la ciudad, al percatarse del movimiento telúrico, fue al encuentro de su familia, no imaginándose siquiera que la vida le había deparado una cruel sentencia. Ernesto pudo advertir que el fortuito mar, destapando su último redoble elevaba por los aires a su hija Mercedes, arrojándola sobre la explanada del espasmo final de agua que habría de infringir  sobre la aquilatada tierra, en tanto que Jesús Quintanilla, su amigo personal, trataba de enfrentarse cual domador de una fiera endemoniada ante los gritos de socorro y desesperación de aquellos que el mar ya había tomado como posesión.

Mientras ello sucedía en el eje central del Balneario “El Chorro”, cientos de familias y personas sucumbían ante la abominable y sorprendente fuerza del mar que no reparó en su avance demoledor, costa afuera.

Santos Romero, un agricultor de la zona junto a  su familia, fue sorprendido por el mar cuando éste se encontraba a pocos metros de allí; su esposa y su hija sobrevivieron a pesar de haber sido arrastradas ferozmente por el mar, pero su hijo Ronal fue deslizado de los brazos de su madre por una ola alterna, perdiendo la vida instantáneamente.

Maruja, metros más allá cuidaba de sus ovejas, y de su modesto ganado, un pequeño torete y dos vacas cimarronas. Ella, aterrada, al ver la grandeza del mar, corrió en búsqueda de sus animales, liberándolos uno a uno, sin el tiempo ni el éxito suficiente para superar la ligereza del mar que alcanzó a todos en fracciones de segundos. Hacia el oeste en la zona de la Dehesa, lugar que en el pasado histórico vio sepultar a su pueblo en el maremoto de 1868, agricultores y pobladores del área huían desordenadamente por la carretera central que desemboca al frontis de la Panamericana.

Eloísa, anciana invidente, esperaba espantada el fatal desenlace. El impotente crujido del mar, el alboroto, la desesperación y el pánico rodean impotente a la pobre longeva, sin embargo en el momento más crucial, una valerosa vecina endilga su vetusto triciclo, toma en sus brazos a Eloísa y la conduce cual ángel salvador, por la avenida principal al refugio del mar, finalmente salva su vida. Las voces de exhortación a la calma, le indican que todo ya ha terminado, mientras que otros vecinos no tuvieron igual suerte, siendo desperdigados entre los cultivos de zapallo y de cebolla, junto a sus animales también fallecidos.

 Al Sur Este en la zona de “La Punta”, Mariela alerta a sus padres de la amenaza acuática, la niña de escasos 12 años de edad se percata de la retirada del mar, con voz de alarma les invoca agitadamente para que suban al vehículo y en un acto  valeroso surgido del amor y la integridad toma el volante y con denodado esfuerzo oprime el acelerador. Con el mentón erguido y sus piernecitas como flechas, Mariela trataba de establecer una coordinación exacta entre su cuerpecito, sus ojos, los desesperados gritos de su madre y la carretera, y  es que la tarea era complicada, Mariela tenía que avanzar 200 metros en paralelo al mar para recién poder enrumbar la camioneta por la carretera central en dirección opuesta a él.

Calculan los expertos que el mar al hacer contacto con el suelo después de haber elevado su cresta hasta el punto más alto, se desplaza a una velocidad promedio de 625 Kmts/h en su primer avance. La velocidad que imprimía Mariela al vehículo y la convergencia obligada que tenía que realizar para la fuga no permitieron sortear la velocidad del mar. Las aguas invadieron rápidamente el vehículo, elevándolo al ritmo de la corriente, pero esto no amilanó a la heroica y valiente niña, quien alentó a sus padres a salir del carro y luchar por vivir.

Es así que Adela y Eduardo emergieron a la superficie en tanto que Mariela seguía gritando:
-         ¡Nada, mamá, nada, tú puedes, nos vamos a salvar!
Eduardo trataba por su parte de ayudar desesperadamente a las dos. Adela estaba embrazada y se sentía desfallecer, pero el apoyo de su esposo y el aliento de su hija, le permitieron vivir y asomar victoriosa junto a los dos, hasta la ladera de la plaza principal donde el mar los devolvió.

María, Josefina y Julieta, por su parte no salían de su asombro al observar que el mar se dirigía con una voracidad fulminante rumbo a ellas. La mayor de ellas, Josefina, corrió hasta la habitación donde se encontraba su padre, cuya invalidez no le permitía caminar, su padre conciente del peligro que representaba el intento de salvarlo en acción de sacrificio y valentía instó a sus hijas:
¡Sálvense ustedes, ¡háganlo pronto!, ¡déjenme aquí!.

 Ellas al sentir la impotencia de la acción y el desenlace que sometería a la familia completa ante la euforia del mar no tuvieron alternativa, y en algunas fracciones milimétricas de tiempo, cuando ellas ganaban a la costa un lugar seguro, vieron aterrorizadas cómo el mar tomaba entre sus brazos la vida de su querido padre.

Gerardo Pastor, quien tuvo frente a frente el mar, delegó la responsabilidad a su esposa para que huyera con toda su familia. Él, atado a una columna del tercer piso de su vivienda, encaró el mar con coraje y valentía, soportó el embate de las olas y cuando gran parte del lugar estuvo inundado se lanzó a las aguas llegando a nado hasta la orilla.

Jacinto Rodríguez, en tanto, se encontraba sentado de perfil a su pequeño camión, y al percatarse  del avance del mar fue en busca de sus vecinos y de la gente alborotada rescatando uno a uno y haciéndolos subir a su vehículo. Este hombre generoso, héroe civil anónimo, expuso su vida para salvar la de muchos, que pudieron sortear con éxito el embate del mar.

  José Pérez Viminchumo, Mayor Comisario del distrito Samuel Pastor, pudo alertarse ante el llamado de sus coterráneos, llegó raudo hasta el escenario de los hechos, la segunda ola no terminaba de configurarse frente a él cuando el valiente policía no reparó siquiera en quitarse la ropa o los zapatos para poner a salvo a sus desesperados paisanos, nadó una y otra vez,  cargando en sus brazos a niños, mujeres y desvalidos, haciendo de éste acto un émulo de deber y sacrificio solidario.

Jesús Quesada, pescador consuetudinario de La Punta, El Chorro y Los Cerrillos, observó atónito el lento retiro del mar con la sangre paralizada, su cuerpo rígido y sus ideas cerradas, tan sólo atinó a quebrar sus tembleques piernas a la altura de la rodillas, una monstruosidad de agua negra se elevaba poderosamente frente a él. Jesús se sintió una bacteria débil e insignificante ante un coloso hídrico que no le dejaba opción de anhelar un resquicio de vida. Cerró sus ojos, su oración se hizo profunda, interiorizó nostálgicamente su nombre y exteriorizó sentidamente el de su homónimo Jesús, sus oraciones pegaban entre la arena  y el cielo, pero más contundente fue el golpe del mar que lo arrastró, lo sumergió, lo sepultó, lo escarbó, lo desnudó, pero finalmente lo arrojó.

Su última oración pegóse en la base de la última ola, no sabía cómo, no sabía quién, pero minutos después de tan soberano atolondramiento, Jesús pudo ver su cuerpo desnudo, pero intacto, sin un sólo rasguño, sin un sola lesión sin una sola fractura.

José y Francisco Choque Zegarra, albañiles de ocupación y oficio, se encontraban revistiendo con mayólica el baño de una de las habitaciones principales de la casa del Dr. Segura. José estaba acompañado de su menor hijo, quien, después del sismo, decidió junto a su hermano, culminar con su tarea. Pero el estruendo sonoro del mar alertó a José quien atinó a correr llevando consigo a su menor hijo Francisco, no tuvo tiempo de huir y decidió quedarse y esperar.

Su hermano pudo apreciar a la distancia cómo el mar envolvió a Francisco, lo elevaba hasta lo más alto, lo sumergía. Francisco luchaba contra las olas, emergía y trataba de respirar, la energía del mar se iba debilitando mientras se marcaba mayor distancia con el origen de la orilla y Francisco semidesnudo y aturdido fue expulsado por el mar a unos cuantos metros de su hermano y su sobrino.

 Pero aun en el clímax de la tragedia, la ironía y el paralelismo no podían estar ausentes. José acercóse a su hermano, quien se encontraba exánime sobre la húmeda tierra, y con voz aguda y de manera conminatoria le increpó:  “¿Cerraste bien la puerta del baño? “.
Francisco entre moribundo y despierto, soltó un poco de agua de la boca, enseguida escupió un pejerrey y enseguida respondiéndole con dificultad:
“Sí, sí la he cerrado bien, si es por eso puedes estar tranquilo”.

Moisés Paredes, quien se encontraba entre la multitud en la ladera de los cerros, observa a su vecino Cirilo Huamaní Marín, quien admiraba sorprendido la escena, apoyado en su bicicleta.
-¿Y tú, Cirilo, Cómo es que has podido llegar tan pronto hasta aquí si te encontrabas pescando tan cerca de la orilla? Y  señalando su artefacto le indica:
¡Ahhh, ya sé, seguro que has corrido con tu bicicleta!. A lo que Cirilo asiente con la cabeza: .... Sí, así ha sido patrón, lo único malo es que ¡la condenada pesaba!



Cirilo presenció el retiro del mar y en vez de tomar la bicicleta y subirse en ella, con la desesperación  corrió con la bicicleta sobre sus hombros casi 500 mts hasta llegar a la Panamericana, lugar en la que un grupo de pasajeros que arribaban de la ciudad de Arequipa observaron a través de la ventana del bus de la empresa Flores Hermanos cómo el mar se acercaba. En medio de gritos y alerta descontrolada, exigían al chofer máxima velocidad para alejarse de la zona de la tragedia. El conductor enfiló el vehículo por la Vía de Evitamiento y no se detuvo hasta llegar a San Gregorio, situado a 8 Kmts de allí.

En la ciudad, la policía con voz altisonante había dado la alerta de salida del mar, allí sin saber exactamente lo que pasaba y lo que podía pasar, se generó un clima de convulsión social impresionante. La gente desembocaba cual procesión hiperactiva, cargada de terror y de pánico por la parte central de la avenida Mariscal Castilla, madres que llevaban sobre sus brazos a sus menores hijos, ancianos que a duras penas podían caminar, gente que se atropellaba una a otra, vehículos que no podían avanzar, personas que lloraban, que suplicaban ser llevados lo más lejos posible.

 Y justo allí se encontraba la señora Victoria reponiéndose del susto del sismo, acompañada de sus hijos y nietos y pudo ser testigo de la marea humana que desbordaba la calle principal; fueron instantes de terror, de pánico, de desesperación, la gente se imaginaba que las olas del mar se les vendrían encima de un momento a otro. Victoria fué asistida inmediatamente por el automóvil presto de su hijo político David en el que se subieron más de 10 personas.

La consigna era huir, pero mientras esperaban a Fernando, quien al parecer se había dirigido a resolver   “un problema de última hora”, Victoria no dejaba de asombrarse de la desesperación de la multitud, del llanto que brotaba a rayar de los ojos de mujeres y hombres que sentían tras ellos los pasos de la muerte azotando sus espaldas... ¡Por fin, Fernando, el último de sus nietos sube al vehículo!. La fila de carros, camiones, tractores , triciclos, bicicletas y hasta de burros y caballos era interminable; la familia entera llegó hasta la parte más alta de San Gregorio, lugar donde se refugiaba casi el 100 % de la población central.

 Atrás quedaron algunos osados como Juan Guevara  quien decidió esperar el desenlace de pie, como uno de los pocos testigos presenciales de lo que se podía venir en la, hasta ese momento, deshabitada y solariega ciudad de Camaná.  Pero finalmente el mar no llegó hasta allí y la alarma general pudo desencadenar una tragedia mayúscula que por suerte no ocurrió.

En esos fatídicos y concatenados instantes el mar había abrazado gran parte de la costa playera. Aproximadamente mil metros desde la orilla hasta el espasmo final. El sector de la Calderona, Gallinazo , Punta de Matara, Las Cuevas, Los Cerrillos , La Punta, El Chorro Huacapuy Bajo, Pucchún yacían azotados por las embravecidas olas que dejaban a su paso, bajo su registro decenas de pobladores fallecidos.

Ernesto, en El Chorro, tan sólo pudo abrigar el húmedo cuerpo de su hija, única sobreviviente de su familia. Su esposa Olga, su amigo Vicente y sus nietos habían desaparecido sepultados por densas capas de agua, lodo y material destruido. En La Punta reposaba un inmenso charco de agua, sobre él flotaban enseres domésticos, muebles, mesas, televisores y algunos cuerpos sin vida. Alrededor, familiares desesperados que, en retorno a la zona de sus viviendas o lo que quedaba de ellas, buscaban desconsolados recuperar algo de sus bienes e identificar a sus seres queridos.

Profundo dolor, desconsuelo y llanto invadía como un filudo cuchillo los corazones de la gente de La Punta que jamás imaginó tan fatal desenlace. El primer reporte de los medios de comunicación registraba que el epicentro se había registrado mar adentro en el distrito de Ocoña con una intensidad de 6.9 en la escala de Ritcher , el terremoto había sido sentido en Arequipa, Moquegua y Tacna, sin embargo en el país se manejaba la información que la mayor cantidad de damnificados y fallecidos se ubicaban en el anexo de San Francisco, en el departamento de Moquegua, siendo en efecto en ese instante la provincia de Camaná la más azotada.

 Mientras miles de pobladores permanecían en los cerros del distrito de San Gregorio, más allá a unos pocos metros del mar, decenas de paisanos, eran envueltos por el dolor y el desconsuelo irreparable de haberlo perdido todo. Si alguien se puede imaginar que una escena fatídica como ésta cargada de profundo sentir, valor, heroísmo, nostalgia, tristeza, también puede dar paso a la ironía, a la reflexión hilarante, a la alegría de vivir, a la tranquilidad de haber superado la tragedia o a la insensibilidad o la indolencia, no se nos hubiese ocurrido pensar ni un sólo instante siquiera de la existencia de seres humanos que superando largamente el más mínimo ápice de valor sensible y solidario hicieran del fatídico evento un “carnaval de apropiación ilícita”, vehículos traídos expresamente de la ciudad, triciclos y carretas desfilaban en dirección al lugar en búsqueda de artefactos, sillas, relojes, muebles, material y cuanto objeto encontraban para cargar con él.

 Mientras que los cuerpos de sus paisanos permanecían aún sumergidos dentro del lodo, “los buitres humanos” se afanaban por rescatar algo para sí. No podía quedar un palo, un pedazo de hachón en pie que éste sin piedad era arrancado ¡Qué importaba la tragedia, el dolor, el llanto, la muerte!, a ellos en el acto más vil de la degradación humana sólo les interesaba sacar ventaja de la situación.
 
Al día siguiente la confusión continuaba. Brigadistas, bomberos, policía nacional y voluntarios civiles trataban de ubicar los cuerpos desaparecidos en medio del fango, Camaná entera no solamente se encontraba desconcertada por lo sucedido, sino, lo que  es peor, no se hallaba lo suficientemente preparada para enfrentar una tragedia de tamañas dimensiones.

La información que se manejaba en torno a lo ocurrido  en Camaná era difusa e inexacta, hasta que un medio de comunicación internacional CNB Televisión de Puerto Rico, luego de realizar un gran reportaje, captó la atención de los medios informativos nacionales, quienes fueron sumándose paulatinamente dando cuenta progresivamente de las reales dimensiones del desastre.

Es así que diversas autoridades, entre ellas  el mismo presidente de la República, Valentín Paniagua, hicieron su arribo a nuestra provincia. La atención se centró en lo sucedido en Camaná, pero por azares del destino, un innombrable y siniestro personaje político buscado por la justicia había sido capturado en el país de Venezuela y éste hecho tomó por asalto la atención de los medios de comunicación, quienes lejos de interesarse por el dolor del pueblo, asumieron la difusión de la captura, traslado y recepción del tristemente hasta hoy nombrado personaje, por cuanto medio de comunicación existe.

Vicente Amésquita Flores, ciudadano de Camaná, hijo del Perú, murió envuelto bajo las aguas del mar, con él fallecieron muchos coterráneos suyos, a la misma hora, el mismo instante. El día de hoy se afirma que hay cuerpos que jamás fueron encontrados, a los que el mar cobró su precio con sus propias vidas y que nunca los devolvió.

Otros sobrevivieron con el costo emocional de haber perdido a sus seres más queridos, aquellos viven con una revancha interna lejos del mar, al que al mirar lo observan con desdén, con su solidaridad humana, en tanto algunos pocos optaron por sacar ventaja del dolor ajeno. Los responsables no tuvieron el valor de asumir la responsabilidad plena y los héroes civiles aún permanecen en el anonimato.

 Lo cierto es que, culminando el sismo, la gente tuvo el tiempo suficiente para evacuar la zona aledaña al mar; con pausa, sin apremio, y salvar sus vidas, pero la falta de preparación, de información, de alerta oportuna, hizo sucumbir ante el asedio del mar a muchos camanejos, quienes fueron sorprendidos por las olas sin habérselo imaginado siquiera.

Estas líneas que se empiezan a cerrar aquí, construidas en base a personajes reales y ficticios, pero de testimonios verdaderos, pretenden así llegar a recordar que nuestra vida no solamente depende de los azares de la naturaleza, sino de cuán preparados estemos para enfrentarla.


PARA QUE LA HISTORIA JAMÁS SE REPITA, se recomienda leer esta historia, más de una vez.

                                                             FIN


El Siglo XIX en Camaná

EL SIGLO XIX EN CAMANA
En éste siglo la descendencia de Flores del Campo queda aún en el valle haciendo sus transacciones; aparecen también nuevas familias como la de los Químper, Navarrete González, Caballero, Larrea, Yánez y Rospigliosi, que vivieron en constante acuerdo ó desavenencia con los Flores Piérola y Pastor, que fueron las iniciadoras de la vida social en el valle.
En la segunda mitad de éste siglo tiene lugar el terremoto del 13 de agosto de 1868, como consecuencia se intensifica el viejo propósito de Flores del Campo de de establecer la sede oficial de la provincia en Pampa Colorada.
Las guerras internacionales en todas las fronteras repercutieron en pobreza para Camaná, además revoluciones, desacuerdos, crímenes, miserias, pestes, odios familiares, descuido y abandono de la propiedad.  Sin embargo en este siglo también llegan elementos industriales italianos, ingleses, chilenos y otros tantos extranjeros que contribuyen con su iniciativa a transformar el ambiente comercial, industrial y social.  Este fue un siglo múltiple para Camaná, de contrastes, de avance y retroceso en su progreso, pero lo fatal y determinante fue el aislamiento en que vivió durante éste siglo, en que no se conoce a sus gentes ni sus costumbres.
LA REPUBLICA
El bienio de 1826-1826, es de desgobierno en Camaná; las nuevas autoridades no estaban entrenadas ni acostumbradas a mandar y de ahí su incapacidad para gobernar. Luego de la creación de la República de Bolivia, se convoca a elecciones generales y salen elegidos por Arequipa Francisco Javier de Luna Pizarro y por Camaná el Dr. Nicolás de Piérola, los cuales tuvieron entre sus actos mas importantes: la elección del Gral. La Mar como Presidente del Perú y la Constitución liberal de 1828.
Sin embargo el abandono de Camaná se reitera en 1827, en que no se cumplen las normas, disponiendo la suspensión de los bailes, y sus consecuentes riñas y desórdenes.  Este mismo año, el Licenciado Losé Antonio Córdova, inicia una causa civil y otra criminal contra el Intendente de Camaná, Manuel Santos Salcedo.
En 1829, como preludio de progreso, la Junta Departamental de Arequipa acuerda crear un establecimiento de ilustración en la Villa de Camaná, donde se enseñe Gramática y Filosofía, además del establecimiento de un hospital.
La Pampa y la Dehesa
En noviembre de  1851, dado el estado de insalubridad y despoblación creciente, el diputado por Camaná, Evaristo Gómez Sánchez, presenta el Proyecto de Ley para trasladar el pueblo a la Pampa Colorada, (lo cual había sido varias veces proyectado); y sanear la Dehesa.
La Boya
Después del terremoto del 13 de agosto de 1868, a estos terrenos se les denominó “La Boya”, por haber sido ésta arrojada en ellos por la fuerza de las aguas, la que servía para amarrar los barcos en el puerto de Camaná. 
La Boya estaba constituída por unos terrenos eriazos y parte pantanosos situados en la parte oriental de la Dehesa, comprendiendo una extensión de 398 y media fanegadas.  Hoy “La Boya”, pertenece a los sucesores de Mariano Salazar Calderón.
La Dehesa
En 1861, el cuerpo edilicio camanejo, toma sus precauciones económicas para cobrar derechos de aduana para que se usufructúen las entradas de balsas en el embarque y desembarque de mercaderías que traen los particulares por el puerto de esta ciudad.
En 1862, las labores portuarias continuaron activas, porque el Municipio de Camaná acuerda la construcción de un puente sólido que comunique los barrios de Chorrillos y Miraflores, y cuya construcción se encomendó al italiano Félix Verán.
Por este tiempo, el Municipio acuerda establecer un camal en La Dehesa, en vista de que están completamente poblados los barrios de Chorrillos y Callao en las orillas del mar.  Dado el progreso, en 1863, el Municipio acuerda establecer una escuela en La Dehesa, el mismo año que pasa por ella el sabio Antonio Raymondi.
Debido a el progreso urbano y la importancia comercial que había, superior a la del Pueblo, la comuna camaneja acuerda presenciar el levantamiento del plano de la nueva población deheseña, con el fin de repartir lotes proporcionales a los que lo soliciten, reparto que se hizo por sorteo.
Alumbrado Público en Camaná
Por el año de 1862, se habla por primera vez de dotar de alumbrado al Pueblo y se acuerda, se saque a subasta, pero al parecer no hubo interesados.  Luego de 60 años, con motivo del primer centenario de la Independencia Nacional, la Sociedad Algodonera Camaná Ltda.. estableció el servicio de alumbrado eléctrico, hasta que durante el gobierno de Manuel Prado y por motivo del cuarto centenario de la fundación española de la Villa Hermosa de Camaná; en 1944, el Ministerio de Fomento estableció el alumbrado eléctrico en Camaná.
Los terremotos y maremotos en Camaná
La historia comienza desde los terremotos en 1582, que destruyeron Arequipa y sus valles, entre ellos el de Camaná; el de 1600, con salidas del mar en Camaná, y relámpagos en Arequipa.  En 1590, la entonces Villa de Camaná fue arruinada por un maremoto; otro terremoto el 27 de marzo de 1725 la perjudica bastante y volvió a arruinarse con el terremoto de 1784.  en 1821 hubo otro terremoto en Camaná que destruye el ingenio cañavelero de Nicolás de Piérola.  Los terremotos de 1822 y 1835, ocurridos en Chile, conmocionaron también Camaná.  El 11 de octubre de 1922 también se produjo un fuerte sismo que trajo por tierra varias construcciones de adobe.
Uno de los sismos mas fuertes ocurridos en Camaná, fue el del 13 de agosto de 1868, que produjo la salida del mar en mas de dos kilómetros fuera de su hoya, la violencia del mar hizo desaparecer el puerto que se había establecido frente al balneario de la Dehesa. El fenómeno se dio al promediar las cuatro de la tarde, el mar se recogió primero y después se lanzó violentamente sobre el litoral, fueron tres oleadas llegando la última hasta la zona denominada entonces como “La Legua”, el mar quedó fuera se su antiguo nivel, tumbeando hoy sobre la población desaparecida.