Publicado en el libro Camaná, leyenda y realidad
Juan Carlos Gamarra Salazar
APORTE PERÚ EDICIONES
Camaná floreció bajo las huestes del gobierno Inca, durante cuatro centurias sus jefes nativos desde las alturas de Rimacpata, acorazado de murallas y caminos secretos, recorrían las quebradas de Uraca, Pachana y Chuquibamba. Su estratégica interconexión con Attequepay, Nanasca, Rucanas, Quellca, Huamanica y la capital Qosco la convirtieron en un centro importante de intercambio social y cultural. Aquí se reunían todos los gobernantes y los curacas de las poblaciones del sur a realizar trueques y a danzar, a bailar y a celebrar el inicio del verano, el término de la cosecha y la protección de sus crustáceos.
Los chasquis del sur tenían su base de adiestramiento en el cerro Tupay Ripa, contiguo al cerro Rimacpata, en la vertiente oriental del río Camata. Allí eran adiestrados y preparados físicamente. Los hombres mejor alimentados y de mayores condiciones atléticas subían y bajaban los cerros casi cuatro horas continuas durante todos los días, desarrollando así una potencia y resistencia envidiable.
Los días del sol trotaban por la playa y las noches de luna atravesaban descalzos el río para fortalecer las plantas de los pies al pisar duras y grandes piedras. Los chasquis camanejos eran conocidos por el Inca debido a su gran resistencia física y fortaleza aeróbica. Llevaban y traían en su chuspa los legados y mensajes del Inca, siendo éstos también expertos cazadores, buenísimos pescadores y aunque su naturaleza era pacífica, también se desempeñaban como perfectos guerreros.
La vida sana, el excelente clima y el entrenamiento físico les permitía vivir muchos años. Algunos los conocían como “los Hijos de la Gran Estrella Blanca”, otros como “los Delfines con alas de Águila”, otros simplemente como “los Chasquis del Sur”.
El Imperio del Tahuantisuyo era extenso, los dominios del Inca habían alcanzado hasta el río Maule en Chile y hasta el Nudo de Pasto, en Colombia, se encontraba en el siglo XVI en la cuna de su poder y desarrollo, pero aún en la entronización de la más excelsa nobleza los sentimientos de odio, egoísmo y codicia no están ausentes.
El Perú se sostenía bajo el presagio insospechado de una nueva raza, de rasgos extraños, piel pálida y bellos en la cara, los codiciosos tomarían el país entre sus manos repartiéndolo cual propiedad anhelada a cualquier costo. Muerte, explotación, latrocinio, no importaba qué, a cambio del preciado oro.
Atahualpa y Huascar luchaban por el poder en una gran batalla fraticida. Atahualpa atrincherado en Quito, avanzaba por las montañas rumbo al Cuzco al mando de sus comisionados, los generales Callcochima y Quizquiz. El Inca Huascar, por su parte, asume en persona el comando de defensa en la extensa llanura de Anta. Los aliados de Huascar resistían el asedio de las tropas atahualpistas. Cruentas luchas cuerpo a cuerpo, duraban noches y días, sin embargo Huascar estaba siendo relegado peligrosamente hacia la ceja de montaña.
Un emisario oportuno llevó la orden del Inca solicitando hombres fuertes de firme andar y de resistencia severa. En el sur del imperio, en el área de los aliados de Huascar, fueron escogidos dos hombres de Rucanas y cuatro de Camata. Los pederneros pasaron a formar parte inmediatamente de las huestes imperiales, ocupando la posición directa junto al soberano como la guardia Dorada del Inca.
Ellos transportaban en andas reales al Inca, quien dirigía el combate desde su posición privilegiada. Los parciales de Huascar defendían su territorio con tesón, con entereza, con entrega y sudor, mientras que la sangre de la lucha se mezclaba dolida entre la tierra húmeda, que lloraba inconsolable la desmembración de sus tozudos habitantes.
Culminada la segunda sangrienta batalla en la planicie de Anta, las tropas leales a Huascar reposaban a la luz de la luna, su primera victoria de resistencia a los rebeldes. La ligereza y fortaleza de sus portadores sorprende al Inca, quien en la tranquilidad de la sentencia interroga curioso:
0 ¿Son Uds. los que vienen de la costa?
0 Si mi sr. responde Huayna Runa Del valle de Camata
0 Conocía de vosotros, de vuestra fortaleza y lealtad, pero al tenerlos al frente mío, he comprobado su integridad y me siento orgulloso de ello
0 “Es nuestro deber estar a vuestro servicio, mi señor.”
El Inca al ver una extraña imagen blanca bordada en el pecho del atuendo de su atento vasallo, intrigado le vuelve a interrogar:
0 Y ese símbolo que lleváis en el pecho, ¿qué significa?
0 Es una estrella, mi señor.
Huáscar acercando los ojos hacia su pecho cuestiona una vez más.
0 ¿Una gran estrella blanca?
0 Sí, mi señor. Allá en Rimacpata, nuestro cerro vigía, brilla todas las noches una gran estrella. Nuestro abuelo, desde niños nos hablaba de ella, nos decía que era una bella princesa nacida en éste valle, que vivió enamorada del río y el mar y que envolvió su alma en esa estrella, para observar todas las noches a su amado mientras duerme.
- ¿Y por qué tiene ocho puntas?
* Cada punta representa los Kipuypacha (cada distrito que luego nacería en el valle el siglo XX)
- El número ocho son los ocho principales elementos de nuestro valle:
-Mar - Cielo
-Roca - Flora
-Arena - Fauna
-Sol - Río
- El ocho también representa las ocho virtudes esenciales de nuestro pueblo:
- Nobleza - Sinceridad
- Lealtad - Fortaleza
- Ingenio - Honradez
- Amistad - Laboriosidad
Los camanejos la llevamos en el pecho como símbolo de identidad con nuestros antepasados. De Huamalloc, Urpi Huatanay y Naroc Ccama. Ellos defendieron y labraron nuestro suelo, heredándonos hoy un legado moral y soberano como el Dios sol y nuestro padre el Inca.
Huáscar, atónito escucha el relato de Huayna Runa, ve como sus ojos se dilatan, su mirada se enciende y su rostro se envuelve de místico encanto al hablar de su tierra, de su arcano valle. El descanso aún es prematuro, voces y gritos desencajados, devuelven abruptamente a Huascar a la escena de los hechos. Un grupo de rebeldes desciende enardecido por las montañas, queda poco tiempo para actuar.
En este caso cuando todas las probabilidades están en contra, la madre universal de las estrategias demanda huir, después tal vez se puede pensar, pero ahora lo prioritario era para ellos la reserva de la vida.
Los soldados camanejos levantan raudamente la lítera del Inca, apenas cuatro pueden emprender veloz carrera, los Rucanos son alcanzados por los garrotes de los invasores, mientras que doce guerreros rebeldes avanzan veloces al alcance del Inca, sus piernas hacían el máximo esfuerzo, la captura, entendían, sería simple, ellos lucían ligeros, desprovistos de peso y corazas, los perseguidos en cambio avanzaban con sus corazas puestas y sobre ellos el soberbio peso del Inca, sin embargo al avanzar metro tras metro, la distancia de la litera se hacía mayor, sus respiros yacían agitados y el cerebro enredado por la ilógica secuencial, que ocurría frente a sí.
Al borde de la montaña sus expectativas aumentaron, allí los cargadores de seguro se cansarían y dejarían botado de por medio al Inca, pero aquellos mordaces fugitivos no subían, mas
bien parecían bajar el cerro por la impresionante velocidad que imprimían sus piernas. Ya situados en el borde del inicio, en la espesura de la noche, sólo pudieron apreciar figuras diminutas que se perdían como puntos negros, sumados al tono del color de la noche misma
Los seguidores al borde del desmayo y con una taquicardia tan extrema que parecía demolerles el pecho, no tuvieron sino que resignarse ante la inusual y vertiginosa huida, nunca antes vista por ellos.
después tal vez se puede pensar, pero ahora lo prioritario era para ellos la reserva de la vida.
Los soldados camanejos levantan raudamente la lítera del Inca, apenas cuatro pueden emprender veloz carrera, los Rucanos son alcanzados por los garrotes de los invasores, mientras que doce guerreros rebeldes avanzan veloces al alcance del Inca, sus piernas hacían el máximo esfuerzo, la captura, entendían, sería simple, ellos lucían ligeros, desprovistos de peso y corazas, los perseguidos en cambio avanzaban con sus corazas puestas y sobre ellos el soberbio peso del Inca, sin embargo al avanzar metro tras metro, la distancia de la litera se hacía mayor, sus respiros yacían agitados y el cerebro enredado por la ilógica secuencial, que ocurría frente a sí.
El Inca se salvó de morir, él había visto las aves volar, los lagartos correr, las vizcachas saltar, pero nunca se sintió como hoy una pluma veloz que sin cuerpo de ave, cola de lagarto o patas de vizcacha, había corrido, volado y saltado tan vertiginosamente que cuando recuperó el aliento y el respiro no pasaron más de 10 minutos para darse cuenta que ya se encontraba en la cima de un imponente y gigantesco cerro.
Luego de haber recibido una impresión tan fuerte en su masa cerebral y haber experimentado tanta ligereza en sus glúteos, observando absorto hacia la planicie, sólo atinó a reír con una carcajada tan, pero tan intensa, que sus audaces cargadores no podían evitar su propagación, ellos batiendo las mandíbulas a ritmo lento terminaron coincidiendo con su jefe la secuencia más estrepitosa que ocurrencia alguna haya motivado.
- Ustedes corrían y ... ja, ja, ja, ja,.....
- Los otros los perseguían y ja, ja , ja, ja, ja,
- Se enredaban con su lengua y ..... ja, ja, ja, ja, ja, ..
- Los veían chiquitos y ja.. ja...ja..ja..
Las prolongadas risas fueron el anticipo de una pronta despedida, era la última gran alegría, la última gran risa los poderosos camanejos habían burlado de la manera más sagaz al enemigo y la hilaridad sellaba el éxito de una gran batalla que recién en ese punto se iniciaba.
Después de ésta gesta, los cargadores reales y a su vez Guardia Dorada del jefe imperial. Huayna Runa, Kusi Anculli, Ciro Casani y Ninu Tamucay, se habían convertido en los hombres de confianza del soberano, en ellos descansaba el peso de su confianza, la estrategia de su poder.
Huáscar había controlado y vencido a los rebeldes en sendas ocasiones pero los atahualpistas eran numerosos y sus estrategias de combate y avance sobre el Cuzco era inminente a pesar del repliegue inicial de las tropas de Callcochina y Quizquiz, estos lograron a avanzar hasta tan solo legua y media de la gran sede imperial.
Los guerreros quiteños avanzan hasta Quepaypa, donde Huascar nuevamente ofrece una tenaz resistencia, fueron cruentas horas de lucha sucumbiendo uno a uno. Era la batalla final, el último tramo del recorrido para tomar Cuzco. El ejército de Huáscar lucía diezmado algunos hombres permanecían ofreciendo resistencia, pero la superioridad numérica de los hombres de Callcochima hacía prever lo inevitable.
Quedaban catorce solidarios en pie, pero al ver el arrastre de las tropas rebeldes estos huyeron despavoridamente. Al final parecía un ejército de hormiguitas enrumbándose hacia la captura de un gran trozo de comida, de un gran insecto. El Inca era rodeado por cuatro escuderos, sólo cuatro quedaban después de tener un contingente de más de 2 mil hombres, los invasores calcularon nuevamente mal, quisieron tomar al Inca como quien al pasar por un jardín arranca una tierna flor, pero se equivocaron, los guerreros camanejos no se amilanaron, sus cuerpos se movían a una velocidad vertiginosa en torno a su protegido.
Los desconcertados atacantes solo veían el destellante desplazamiento de agudas estrellas blancas que aparecían de cuando en vez en su ángulo de visión erguida en el pecho de los fieros combatientes, la integridad para la lucha y la ferocidad de sus desplazamientos hicieron retirar en segundos a más de 500 hombres, cual ratón espanta a un inmenso elefante con tan sólo el chasquido de sus patas postreras.
Recuperados del espanto y la sorpresa, los rebeldes arremeten contra éstos solidarios valientes, quienes después de consumar en muerte a más de 100 hombres, sucumbieron en manos del enemigo luego de una gesta heroica incomparable. Con arrojo e integridad, los camanejos no se rindieron e inmolaron sus vidas en defensa de su líder.
Después de dos horas de esforzado arremetimiento, Huáscar es tomado prisionero, siendo espectador en primera línea del testimonio de valentía y lealtad dejado en la tierra con la sangre de éstos humildes y a su vez valerosos hijos del sol.
Atahualpa, después de invadir Cuzco y de asumir el total control del Tahuantisuyo, fué ejecutado posteriormente en la ciudad de Cajamarca por los españoles, quienes al mando de Francisco Pizarro y Diego de Almagro, pusieron fin al prodigioso Imperio de los Incas con su régimen de dominio, explotación y depredación humana. Hoy nos queda en el recuerdo de éste gran Imperio la entrega y valerosidad de éstos cuatro soldados que mostraron lo noble y soberano de los hijos de ésta tierra bendita del Perú, llamada Camaná, cuna de inspiración inigualable, suelo de valientes, de nobles e incomparables guerreros.
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